Como si fuese una molécula de la Aurora boreal que atraviesa el cielo entero y se hunde delante de tus ojos en lo más profundo del mar frente al que te encuentras de pie. La lucecita atravesó de lado a lado la cabeza de Grettel y cayó a una distancia moderada, delante de su pecho, en lo profundo de un mar. Y se perdió en lo profundo de ese mar. Como si fuese un meteorito que cae en el océano. Y mientras exhalo... ahí estaba otra vez... desde lo más profundo de ese mar subió, salió a flote, otra vez la lucecita. Eso tan pequeño y brilloso iluminaba en su totalidad la cabeza de Grettel... flotaba frente a sus ojos cerrados, y a sus oídos bien abiertos, no entendía del todo bien pero ahí estaba. Ella y la lucecita. Volvió a respirar hondo... la luz permaneció ahí, en su cabeza y cada vez más grande y más brillosa. Abrió los ojos y pudo ver el pecho de su hermano, recostado boca arriba sobre la misma frazada en la que se encontraba ella. Acercó su cabeza al pecho apoyó su oreja en él y respiró profundo. Y se durmió junto a el totalmente iluminada escuchando los latidos del corazón de Hansel. Su luz. Era el mismo sonido que venía desde lo profundo del mar. El mismo que golpeaba las piedras. Había atravesado el cielo entero. Era él. Era ella. Eran uno. Eran estrellas, viento y mar.